
En su belleza de sed inescrutable, molecular
y animal,
confuso en cada puerto cerámico,
sin el reflejo de la ceniza que acaba
y el haz numerado, muerto, entregado
a las luces dopadas en nitrógeno:
la anfetamínica esfera
que danza crucial,
mixta,
el cretásico crepúsculo.
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